domingo, 20 de julio de 2008

La Luz: Breve Diacronía de las Perspectivas Físicas


Cristóbal Camejo


UPEl-Maracay

sucubo66@hotmail.com

El razonamiento acerca de cómo percibimos la naturaleza es una constante epistemológica que desde la antigüedad, según la perspectiva (Nietzsche) religiosa o filosófica (pro- científica) se ha mantenido. Pero lo más importante aún, es que, a pesar de este cuestionamiento cognoscitivo y sensualista (Gorgias), los humanes hemos establecidos parámetros convencionales que de algún modo permite que nos organicemos desde y en cualquier espacio conocido y no también. Si llevamos esta constante al campo de la Física, especialmente en la rama de la Óptica, podemos darnos cuenta que el fenómeno de la luz, debido a su complejidad estructural y de comportamiento, ha sido definido según la perspectiva y las convenciones necesarias y contingentes, esto según lo que propone Poincaré (comentado por E. May 1953) en su texto La science et l`hypothese: “Con esto creía Poincaré poder afirmar que los sistemas y principios fundamentales preferidos en un determinado momento no son otra cosa que fijaciones convencionales.” (p. 25)

A continuación, daremos un corto abanico de cómo se ha observado la luz y qué han legado estas concepciones para llegar a la definición actual, o convenida, de la misma.

En sí, se vienen a especializar definiciones concretas de la luz en el siglo XVII (época donde surgen los nuevos enfoques mecanicistas y atomicistas del universo, por ejemplo con Robert Boyle). Para conocerlas, el físico estadounidense Thomas Kuhn (1998), en su trabajo Las estructuras de la revoluciones científicas, nos da sucintamente el contexto especulativo que se desarrollaba antes de las teorías ópticas “paradigmáticas” de Newton. El autor menciona:

No hubo ningún período, desde la antigüedad más remota hasta fines del siglo XVII, en que existiera una opinión única generalmente aceptada sobre la naturaleza de la luz… Unos de los grupos consideraba que la luz estaba compuesta de partículas que emanan de cuerpos materiales; para otro, era una modificación del medio existente entre el objeto y el ojo; todavía otro explicaba la luz en términos de una interacción entre el medio y una emanación del ojo; además, había otras combinaciones y modificaciones. (p. 36- 37)

Sorprende que el criterio de falsabilidad permita que estas concepciones, lejos de todo prejuicio del establishment, sean consideradas tan científicas como lo que actualmente experimentamos y significamos. Muestra de esto es la reacción radical de Newton (1642- 1727) que en sus obras Principia y Opticks, tanto revuelca como consolida (típico cuando se engendran paradigmas), lo que anterior leímos sobre la interpretación de la luz, y que a partir de él, se generaliza, obedeciendo claro al desarrollo del método científico universal, para proponer una única posible imagen teorética del fenómeno luminoso. Pero, así como Newton experimenta una teoría corpuscular de la luz, contraponiéndose y organizando las interpretaciones divergentes anteriores, y que son visiones igualmente científicas, específicamente según el contexto gnoseológico que los rodee, con la re- experimentación de la teoría ondulatoria del esquema de Huygens ya la “observación” o la relación sujeto- objeto o el “objeto en sí” (después sería el “sujeto en sí”) tiende a demostrarse más compleja, pues cobra mayor fuerza la teoría ondulatoria de la luz. Todo este aparato teorético experimental newtonhuygensiano, relacionado con los avances de la tecnología de la revolución industrial, es el monstruo físico que existe en el siglo XIX, y es el que reciben los físicos Maxwell, Planck y Einstein y que relativamente es lo que leemos o encontramos hoy en cualquier libro de física (mecánica cuántica y teoría de la relatividad, además de la teoría de las supercuerdas), en los cuales, con las experimentaciones del electromagnetismo, los electrones, los cuantos de energía, los fontones, las ondas… se logra observar ahora una convergencia (cuestión no análoga a la búsqueda filosófica de la psicofísica), una increíble dualidad onda /partícula para definir la luz, fundamento además introductorio para la actual mecánica cuántica. Por eso es que definimos a la luz, según el modelo de cosmovisión que poseemos, como una relativa energía radiante que demuestra una actividad de onda y a su vez consta de partículas denominadas fotones (¿cómo observarlos con un tiempo lineal al mismo momento de nuestra existencia o dimensión?), totalmente inimaginable y a su vez contrapuesta a los esquemas observacionales y experimentales de la primera física moderna, pero con un poco de aceptado historicismo, parte sustancial de ella.

En conclusión, se puede valorar una posición que actualmente es fundamental para la filosofía de la ciencia: la relación sujeto- objeto. Cada momento histórico, en el caso de la física, que existe para definir, en este caso la luz, es dependiente, pero no en lo absoluto, del contexto epistemológico que abriga los modos de observación y experimentación de cada científico, y a su vez, o en algunos casos, del desarrollo de otras áreas de ciencias que permite dar mayor visualización al fenómeno delimitado, lo que posibilita por tanto darnos cuenta que, lo que poseemos actualmente de la “realidad”, o de la luz, es un esquema o sistema, o definición u observación según la contingencia de la nomenclatura artificial que conservamos, pero que la naturaleza “en sí” (Kant) no es tal, sino una interpretación del interés epistémico (¿ideológico político?) que poseemos, es casi o aproximativo a una especie de triste e introfágica ficción.

REFERENCIAS : Kant, I. (2006) Crítica de la facultad de juzgar. Venezuela: Monte Ávila Editores. (p. 398) / Kuhn, T. (1998) Estructura de las revoluciones científicas. Colombia: Fondo de Cultura Económica./ May, E. (1953) Filosofía natural. México: Fondo de Cultura Económica./ Nietzsche, F. La ciencia jovial «La gaya ciencia». [Documento en línea] http://www.nietzscheana.com.ar/de_la_gaya_scienza.ht [Consulta: 20 de diciembre del 2007/ Protágoras y Gorgias (1980) Fragmentos y testimonios. España: Ediciones Orbis. (p. 140)

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